El perfeccionismo es hacer una cosa y que el resultado no te guste, volver a hacerlo pero que siga sin gustarte, así repetidamente, hasta que sientas frustación y lo dejes a la mitad, ¿te suena familiar?
— ¡Qué difícil tema! — Me estoy diciendo en este momento.
En una sociedad que premia la meritocracia y señala los errores, hemos comenzado a creer que siempre podemos hacerlo mejor, como si nunca fuera suficiente lo que ya hicimos.
Me parece peligroso confundir el perfeccionismo con la excelencia, ya que son cosas diferentes.
De manera semejante, el marketing y la publicidad crean escenarios, maquillan personas, escriben guiones y contratan actrices para vendernos una idea.
No te imaginas cuantas veces hacen corte y repiten la escena, te lo digo por experiencia, he estado detrás y frente a la cámara un par de veces.
Debemos de entender que somos humanos, hu-ma-nos, y formamos parte de un ecosistema perfectamente imperfecto, con siembras irregulares, nuevas enfermedades, crisis, calles a medio pavimentar, etcétera.
Si logramos concientizar lo anterior, quizá, abracemos la naturalidad de la vida y aceptemos que la perfección no existe, aunque la propaganda diga que sí.
Hazlo a tu manera, bien dicen por ahí que la autenticidad y originalidad son rasgos sumamente atractivos.
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Hay cosas más importantes en el mundo
Cuando somos perfeccionistas caemos en la trampa de corregir las cosas a cada instante; Volver a barrer, cambiar las décimas de ese archivo en excel, pasarle el trapo una vez más a tu coche o tomar una última foto (esperando que sea mejor).
Por dicha razón, no avanzamos, nos quedamos estancados en la búsqueda del resultado perfecto.
Debemos de comprender que la práctica hace al maestro y lo único que nos ayudará a mejorar es hacerlo más, ¿si me explico?
En ocasiones, creemos que el mundo entero nos está juzgando, pero somos nosotros mismos.
Evan Ballesteros.
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