El vaso de agua a veces está vacío, otras veces medio lleno y hay días que está a punto de derramarse porque la frustración no disminuye, el estrés es incontrolable y el sentimiento de atadura es cada vez más fuerte… Esos días, no hables, no hagas y solo respira.
La última vez que me sucedió no me detuve ni un segundo a pensar si era lo correcto y se me hizo fácil irme del país.
Decidí renunciar a mi trabajo como barista para lanzarme de mochilero a Colombia, y después (según yo) visitar Ecuador, Bolivia y Chile.
Sin embargo, no me preparé, no ahorré suficiente dinero, no sabía a donde llegar y que haría una vez estando allá. Me fui corriendo de mi realidad creyendo que las cosas serían diferentes, y no.
Tampoco voy a negarlo, estuvo genial aquella experiencia, aunque duró 5 semanas y me robaron en mi primer destino (obligándome a regresar a México). Pero me revuelve el estómago pensar que alguna vez creí que todo estaba mejor lejos de casa.
De manera consciente sabía que no era así, no obstante, la mala gestión de emociones y la baja tolerancia a la frustración terminaron estallando en mí la madrugada que compré mi boleto de avión a Bogotá.
Ahora que lo veo en retrospectiva me doy cuenta de mil y un errores que un joven inmaduro puede cometer.
Conoce más sobre el síndrome del impostor.
Acude al psicólogo, comienza a escribir, enamórate de las actividades físicas, respeta tus ciclos de sueño, haz todo lo que te hace bien y reconoce la importancia de gestionar tus emociones.
Si bien, son ejemplos, existen muchas otras técnicas para autorregularse y no explotar, elige las tuyas.
La vida no se trata de evadir los problemas, sino de enfrentarlos, con miedo y todo. Debes empezar a confiar que tú puedes resolver tu propia vida.
Evan Ballesteros.
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